jueves, 27 de octubre de 2011

¿Te quedarás?

Le conocí cuando comenzaba a olvidar el amor.
Y con el conocí mi peor pesadilla, mi mayor felicidad y mi gran amor.
Hace tanto ya de aquella primera sonrisa que me enmudeció y ruborizó mis mejillas. Aquel joven apuesto que no dudaba en ayudarme en todo momento y permanecer cual perro fiel a mi vera sin importar el que. Y cuando todo se desvaneció ante mí, él me sujeto con tanta fuerza que creí volar sobre un abismo de emociones. Y ahí mirándole a los ojos descubrí que el amor que él me otorgaba era aquello que yo siempre había anhelado.
En ese instante lo supe.
Estaba de frente a él mirándole a esos ojos tan dulces que siempre me habían fascinado, aquellos que reflejaban la esperanza que yo ya no veía en este mundo y me motivaban a crecer con la brisa del mañana.
Aquella fascinación por descubrir cientos de nuevas cosas cada amanecer, inundaban mi alma y mi amor se desbordaba junto a las lágrimas de sus cuencas.
Nunca me había fijado en la belleza del mundo hasta que miré a esos ojos marrones tan cristalinos y transparentes que sólo dejaban entrever la bondad y la misericordia de alguien que ama desmedidamente.
Lo supe, era el hombre al que debía amar.
La única persona que conseguía hacerme ver hermoso el mundo. No era el amor, el cariño, la amistad, la ternura, ni ningún sentimiento hacia él.
Era el mero hecho egoísta de sentirme viva y completa a su lado. La vida me importaba, el mundo se cobraba la hermosura de la historia y el momento, cada uno, no podía parecerme más especial de lo que en estos instantes contemplándole contemplar el mar me parecía.
Le amaba porque él era la belleza hecha hombre, la majestuosidad de la vida encarnada, la grandeza de un futuro lleno de esperanza.
Él era la brecha hacia un mañana teñido de felicidad.
-Entoncés, ¿Te quedarás esta noche? ¿Te quedarás para no marcharte nunca?

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